Una foto borrosa y dos palabras
Cuando pensaba que nada interesante podría postear hoy, me ha sucedido algo bonito que merece a mi entender ser publicado.
Hace algo más de año y medio me encomendaron profesionalmente tramitar una herencia. Era un asunto feo. Con desavenencias familiares y especialmente con actos delictivos por parte de un heredero. Al tramitar la herencia surgió otra distinta pero casi con los mismos protagonistas.
Una de las personas llamadas a la herencia era una niña. No se conocía más que su nombre. Ni siquiera sus apellidos.
Esa niña tenía derecho a una parte sustancial de la herencia. Por parte de unos herederos se me dijo en plan colega, ¿y si nos olvidamos de ella? En definitiva nadie sabe dónde esta, ni siquiera sabemos sus apellidos
Me negué en redondo.
Con el objetivo de encontrarla, inicié una investigación en plan detective privado. Hospitales, cementerios, Registros Civiles. Tan sólo partía del fallecimiento hacía algunos años de su padre y de una horquilla de fechas.
Finalmente encontré un dato que me permitió avanzar. Internet, páginas blancas, me quedé estancado.
Retomé el asunto y después de hablar con Ayuntamientos de ciudades muy lejanas, llamadas telefónicas erróneas; encontré a un familiar de la niña.
Después de no cierta desconfianza, obtuve un número de teléfono de fuera de la península. Tras varios intentos hablé con su madre.
Tras exponer el asunto, y con la lógica desconfianza inicial, me escuchó. Se sorprendió de que la hubiera localizado, y la tranquilizó el que le explicara paso a paso mis pesquisas.
Tras informarle de los derechos de la niña y su posibilidad de hacerlos valer, me indicó que si. Y que mis desvelos por hacerle llegar esa información me hacían a sus ojos acreedor de la confianza necesaria para encomendarme el asunto.
Tras los trámites legales oportunos, obtuve la representación legal de la niña e hice valer sus derechos. Tuve que llegar a juicio para hacerlo, pero al final prevalecieron.
Hoy, tras esos dieciocho meses de trabajo, he recibido una importante cantidad de dinero para la niña. He llamado a su casa y me ha descolgado ella el teléfono. He preguntado por su madre y me ha puesto con ella. Esas han sido las únicas palabras que he cruzado con ella.
Su madre ha recibido la noticia con cierta contrariedad. No quiere el dinero. Proviene de gente que había renegado de ella y de su hija.
Me he visto en apuros para convencerla (el dinero esta en una cuenta mía) finalmente ha aceptado la transferencia, con la condición de regalarme para su mujer y sus hijos una importante cantidad de dinero.
Ante la tesitura de la situación, y tras insistir en que no varias veces, me he visto obligado a aceptar por que si no quería admitir el envío del dinero.
Después de colgar, he fumado un cigarrillo mientras miraba la fotografía borrosa de una fotocopia del carnet de identidad de la niña.
Una niña que, por la distancia, probablemente no veré nunca.
Dentro de poco cumple catorce años
Hace algo más de año y medio me encomendaron profesionalmente tramitar una herencia. Era un asunto feo. Con desavenencias familiares y especialmente con actos delictivos por parte de un heredero. Al tramitar la herencia surgió otra distinta pero casi con los mismos protagonistas.
Una de las personas llamadas a la herencia era una niña. No se conocía más que su nombre. Ni siquiera sus apellidos.
Esa niña tenía derecho a una parte sustancial de la herencia. Por parte de unos herederos se me dijo en plan colega, ¿y si nos olvidamos de ella? En definitiva nadie sabe dónde esta, ni siquiera sabemos sus apellidos
Me negué en redondo.
Con el objetivo de encontrarla, inicié una investigación en plan detective privado. Hospitales, cementerios, Registros Civiles. Tan sólo partía del fallecimiento hacía algunos años de su padre y de una horquilla de fechas.
Finalmente encontré un dato que me permitió avanzar. Internet, páginas blancas, me quedé estancado.
Retomé el asunto y después de hablar con Ayuntamientos de ciudades muy lejanas, llamadas telefónicas erróneas; encontré a un familiar de la niña.
Después de no cierta desconfianza, obtuve un número de teléfono de fuera de la península. Tras varios intentos hablé con su madre.
Tras exponer el asunto, y con la lógica desconfianza inicial, me escuchó. Se sorprendió de que la hubiera localizado, y la tranquilizó el que le explicara paso a paso mis pesquisas.
Tras informarle de los derechos de la niña y su posibilidad de hacerlos valer, me indicó que si. Y que mis desvelos por hacerle llegar esa información me hacían a sus ojos acreedor de la confianza necesaria para encomendarme el asunto.
Tras los trámites legales oportunos, obtuve la representación legal de la niña e hice valer sus derechos. Tuve que llegar a juicio para hacerlo, pero al final prevalecieron.
Hoy, tras esos dieciocho meses de trabajo, he recibido una importante cantidad de dinero para la niña. He llamado a su casa y me ha descolgado ella el teléfono. He preguntado por su madre y me ha puesto con ella. Esas han sido las únicas palabras que he cruzado con ella.
Su madre ha recibido la noticia con cierta contrariedad. No quiere el dinero. Proviene de gente que había renegado de ella y de su hija.
Me he visto en apuros para convencerla (el dinero esta en una cuenta mía) finalmente ha aceptado la transferencia, con la condición de regalarme para su mujer y sus hijos una importante cantidad de dinero.
Ante la tesitura de la situación, y tras insistir en que no varias veces, me he visto obligado a aceptar por que si no quería admitir el envío del dinero.
Después de colgar, he fumado un cigarrillo mientras miraba la fotografía borrosa de una fotocopia del carnet de identidad de la niña.
Una niña que, por la distancia, probablemente no veré nunca.
Dentro de poco cumple catorce años
10 comentarios
Diego -
Antonio -
Es mi opinión. Probablemente no será compartida por mucha gente, pero es sinceramente lo que pienso.
Antonio -
Respecto a ejecutivos que esquilman al tercer mundo, estoy seguro que no todos los ejecutivos de grandes empresas esquilman al tercer mundo. me niego a creerlo. Y respecto a los gobernantes y órganos directivos que deciden hacer la guerra, es una cuestión difícil. Vamos a partir de que entiendo que a nadie en sus cabales le gusta participar en una guerra. La consecuencia directa sería que a nadie le tendría que gustar enviar a otro a la guerra. Como imagino que te refieres a la guerra de Irak y a España, estoy absolutamente en contra de esa guerra. he firmado públicamente manifiestos contra ella. Pero también son ciertas dos cosas. (sigue)
Diego -
cable -
Tienes razón en muchas ocasiones generalizamos una profesión, por culpa de alguien que no la aprecia y la practica porque lo desea, en lugar de estar pensando en cuanta "pasta" va a cobrar.
Hasta Luego.
Con tu permiso, agrego un enlace de tu blog al mio =)
Antonio -
Y si, no somos mounstros, te lo juro por los siete dedos de mi mano derecha :-P
Carmen: Efectivamente, hay abogados buenísimos, como periodistas, arquitectos, médicos, fontaneros, albañiles camareros, etc.
También hay abogados malos y perversos, estafadores y taimados; y puedo dar buena fe de ello.
En esta profesión no existen grandes diferencias con otras. Lo que si es cierto es que nunca se puede generalizar en níngún ámbito de la vida.
Por cierto, muy chulo tu blog. Me lo pongo en los favoritos.
Areté.
Me alegro de haber renovado tus esperanzas. Pero cuidado, no te hagas daño al caer ;-)
Danuto -
Antonio: récord de comentarios esta vez, ¿eh? Eso pasa por hacer buenas obras: se entera todo dios :)
carmen -
Areté -
Danuto -
Vaale, me has convencido, los abogados no son unos monstruos. O, al menos, no todos.
Esto lo enlazo, como que no hay dios.
Un abrazo