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A veces pienso...

Una de jetas: todo por la pasta

Esta semana ha vuelto a subir el listón de mi capacidad de asombro ante la estupidez humana. Se me presentó en el despacho un cliente-familiar-amigo a realizarme la siguiente consulta: Como ya tengo mi vivienda habitual comprada y que estoy pagando mediante una hipoteca, y quiero comprarme otra de protección oficial, me han dicho que no puedo.

La respondo que lo ignoro, pero que puedo averiguarlo (hace tiempo que me he dado cuenta que la gente piensa que los abogados debemos tener respuestas inmediatas para cualquier cuestión legal, e intento convencer de lo contrario)

Mi sorpresa es mayúscula cuando me propone lo que sigue: me han dicho que podremos acceder a la vivienda de protección oficial “simulando” una separación matrimonial judicial, ficticia, eso si, por que mi mujer y yo no queremos separarnos, y después de acceder a la vivienda, deshacer la separación.

La verdad es que el asunto no me coge por sorpresa, porque hace algunos meses me consultaron lo mismo, pero por teléfono, a través de un colaborador para un cliente suyo. Luego es un bulo que debe de correr por la calle.

Pero lo preocupante del caso es que el individuo en cuestión no estaba preocupado por el fraude o la simulación procesal, sino por si el coste económico de la separación compensaría la ventaja de la obtención de la vivienda protegida.

Con la cortesía que me caracteriza, decline amablemente intervenir en el asunto, no sin antes desaconsejar la “operación”.

Algo similar me ocurrió el verano pasado, cuando un probo ciudadano argentino, que obtuvo su residencia legal en España y su permiso de trabajo por mi mediación, ma propuso que le llevara los asuntos legales de su empresa.

-¿Y a qué se va a dedicar tu empresa? Le pregunte cortésmente.

-Quiero contratar solamente extranjeros.

-Ah, ¿compatriotas tuyos?, -me interesé-.

-No. Cualquier extranjero.

-¿Y cual va a ser la actividad? -barruntando ya por donde iban los tiros-

-Ninguna. Tu les consigues los papeles y les cobramos por ello y por hacerles un contrato de trabajo.

Obviamente decline la invitación no sin antes advertirle de que su propuesta es un delito penado gravemente en este país que le acababa de recibir en sus brazos.

Pero lejos de amedrentarse ante mis advertencias, me informó que si yo no quería, se dirigiría a una compañera que había intervenido también en la legalización de su situación.

Cautelar e innecesariamente advertí a la compañera telefónicamente, que luego me contó que había sido menos cortes que yo, y que le había llamado de todo cuando acudió con la bonita propuesta al despacho.

Y es que de todo tiene que haber en el mundo

1 comentario

Danuto -

No me resta sino aplaudir. plas, plas, plas.