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A veces pienso...

El inexistente límite de la estupidez humana

Este sábado pasado, mientras esperábamos mi hijo mayor y yo que la respectiva madre y esposa terminara de acicalar a la pequeña y de acicalarse ella misma, mirábamos juntos la televisión.

Creo que ya he comentado alguna vez que veo muy poco la televisión. Concretamente dos programas semanales: la serie americana CSI y la española Los Serrano. También diariamente, mientras dormito en el sofá, tengo puestos Los Simpson. Nada más.

En ese momento la televisión estaba en Antena 3. El programa en antena en ese momento era “La Batidora”. Por si alguien no lo conoce, se trata de una situación de imágenes curiosas, cómicas, impactantes o simplemente desagradables, tomadas de la cadena propia o de cadenas ajenas.

Cuando llevábamos cinco minutos apareció el corte correspondiente a una cadena norteamericana. Consistía en un individuo de dudosa salud mental que presumía de disparar sobre si mismo con un arma de aire comprimido a distancia muy corta.

Se disparaba en la sien, y gritaba de dolor.

Recargaba el arma y se disparaba en la frente, gritando más aún.

Ahora se disparaba en la tetilla y se retorcía de dolor.

Agotando mi capacidad de sorpresa, se disparaba, tras bajarse un poco el pantalón, primero en un testículo, y cuando se recuperaba de los aullidos y volteretas en el suelo que le había provocado el disparo, hacía lo propio en el otro.

Mi hijo me pregunto

- Papa, ¿qué esta haciendo ese hombre?

Tuve que pensar durante unos segundos una respuesta lógica. No me gusta nunca dejar sin respuesta ese tipo de preguntas. Durante diez segundos no encontré explicación lógica a lo que estábamos viendo.

Finalmente contesté con honradez, pero diciendo la verdad.

- No lo sé, hijo, no lo sé.

2 comentarios

cable -

Tal vez sean escenas de las series que emite la cadena MTV.

Como lei por ahi, algo muy peligroso el permitirle filmar a un masoquista sus acciones y encima pagarle.

Hasta Luego.

Danuto -

Muy cierto.
Yo vi ayer algo parecido, donde un imbécil daba pedales a una bicicleta de montaña puesta al revés, y cuando la rueda iba a chopocientos, sacaba un huevo y lo colocaba encima, con el repertorio berrido-revolcón que comentas.

Como dice mi suegro... ¡cómo están las cabezas!