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A veces pienso...

Papa Noel por un día

El pasado día de nochebuena por la mañana comenzó la última etapa de un asunto judicial que me ocupa desde hace más de año y medio, y que se engrosa mediante algo más de 2000 folios y casi una docena de procedimientos y ejecuciones judiciales, y otras tantas vistas judiciales, en diversos juzgados, acumulaciones y otras zarandajas.

El final en este caso, y sin que sirva de precedente, es feliz. El día 23 me llamaron de los juzgados para ir a recoger la pasta de mis siete clientes al día siguiente.

Y a modo de Papa Noel, en la mañana del veinticuatro de diciembre comencé a repartir dinero a una serie de trabajadores de la plantilla de una empresa que fueron despedidos irregularmente hace casi dos años. En total casi 100.000 euros o dieciséis millones de pesetas de las de antes.

Con las llamadas telefónicas simplemente pensaba anunciar la buena nueva y que pasaran a recoger sus cheques hoy veintiséis. Pero la gente prefirió no esperar, y a las doce de la mañana ya había repartido más de la mitad de las órdenes de pago. Algunos no se lo creían, o no se lo esperaban. Fue una mañana de caras felices, sonrisas, cafés y apretones de manos.

La de menor cuantía fue la que mejor me supo. La empleada de la limpieza de la empresa, domicicana, que me mandó a su marido, un inmigrante muy culto, fue el más efusivo: "nos hace mucha falta".

Por la noche, con la familia, lucí durante toda la velada una sonrisa enigmática y ante las preguntas de cuñados y demás contestaba sin dar detalles.

Y es que en esta Navidad de 2003, yo había sido Papa Noel por unas horas.

1 comentario

Danuto -

Sinceramente... nunca había visto tu trabajo así. Tiene su aquél.